Nuestro Sol Interno

Explorando la Conexión entre las Tormentas Solares, la Glándula Pineal y el Tercer Ojo.

La conexión entre la glándula pineal y el Sol representa un símbolo profundo de la relación entre el ser humano y el universo. Es, quizás, uno de los ejemplos más sugerentes y significativos del principio hermético más citado en los círculos esotéricos: «como es arriba, es abajo» (la holofrásica de la existencia). Este principio de correspondencia, que servía como fundamento cognitivo de la «ciencia» anterior a la ciencia moderna, es decir, de los precursores de la ciencia como Paracelso, Giordano Bruno e incluso Isaac Newton (quien tradujo la Tabla Esmeralda), ha sido relegado al ámbito de la superstición o del pensamiento mágico, desafiando la estructura racional de la mente científica. Sin embargo, hoy en día contamos con evidencia científica que sugiere de manera convincente que el cosmos, «el supuesto mundo de las esferas», ejerce una influencia en la psicobiología humana. La clave para comprender esta «influencia», más allá del plano meramente simbólico de la astrología, radica en la glándula pineal, un enigma profundo de la psique humana y de la bioligía.

El punto de análisis, de este enigmático tema, es sin duda uno de los aspectos centrales del misticismo humano, y surge en el contexto de las recientes tormentas solares y las atribuciones sobre el cambio climático, que han estado llegando al planeta con una intensidad renovada, pero esta vez marcando un despertar dentro del ciclo de 11 años de nuestra estrella central. La idea de que nuestro estado de ánimo e incluso nuestra salud general puedan ser afectados por la emanación de partículas energéticas del Sol habría sido considerada una aberración o un tabú para la mayoría de los científicos hace algunos años; sin embargo, hace cientos de años, habría sido vista como algo completamente natural e inevitable. Hoy en día, algunos estudios, junto con una comprensión más profunda del funcionamiento de los campos magnéticos y de la glándula pineal, muestran claramente que las llamadas tormentas solares influyen en nuestro estado de ánimo y comportamiento.

Podemos derivar el punto de análisis a diversos ejes de la información, y en todos vamos a encontrar una relación lógica que nos contribuye en cierta manera a el alineamiento del conocimiento junto con nuestro despertar como seres evolutivos, al menos para el 5% del total de la humanidad en el que quienes estamos leyendo este artículo pertenecemos.
El impacto de las tormentas solares en el cerebro humano ha sido objeto de investigación, como lo señala un artículo publicado en el prestigioso sitio de divulgación científica New Scientist. Este artículo cita una serie de estudios que exploran la relación entre las tormentas solares, el geomagnetismo y el comportamiento humano.
Un estudio destacado es el del científico ruso Oleg Shumilov, quien investigó la influencia del geomagnetismo en la psique humana, partiendo de la premisa de que muchos animales son sensibles a los campos magnéticos. Analizando datos de la actividad geomagnética entre 1948 y 1997, Shumilov encontró que durante los picos de actividad, especialmente en marzo, mayo, julio y octubre, desencadenados por tormentas solares, había un aumento significativo en el número de suicidios en la ciudad de Kirovsk. Este hallazgo fue replicado en estudios realizados en Australia y Sudáfrica.
Otro estudio, dirigido por Michael Rycroft, ex director de la Sociedad Europea de Geociencias, identificó una correlación entre las perturbaciones cardiovasculares y las perturbaciones geomagnéticas. Según Rycroft, hasta un 15% de las personas pueden ser afectadas por problemas de salud relacionados con el geomagnetismo.
Estos hallazgos sugieren que las tormentas solares y las perturbaciones geomagnéticas pueden influir en el estado de ánimo y la salud física de las personas. Por ejemplo, un estudio publicado en el British Journal of Psychiatry encontró un aumento del 36.5% en la admisión de hombres a hospitales por depresión en la semana posterior a una tormenta geomagnética. Estos resultados plantean la posibilidad de que no solo la Luna, sino también las influencias magnéticas, puedan afectar nuestras hormonas y estado mental.
Las llamaradas solares, que también son responsables de las magníficas auroras de plasma, nos afectan principalmente al alterar nuestra producción de melatonina, un neurotransmisor generado en la glándula pineal que regula nuestros patrones de sueño y biorritmos. Según la psiquiatra de la Universidad de Columbia, Kelly Posner, la actividad geomagnética puede «desincronizar los ritmos circadianos y la producción de melatonina».
La glándula pineal, ubicada entre los dos hemisferios cerebrales a la altura del entrecejo, es una glándula endócrina cuyo funcionamiento aún no se comprende completamente. Hasta hace apenas más de 50 años, se creía que era un vestigio evolutivo sin una función específica, dando lugar a numerosas especulaciones. Sin embargo, hoy sabemos que al menos produce melatonina, una hormona cuya secreción está influenciada por la luz. La oscuridad, por ejemplo, estimula la secreción de melatonina, lo que facilita el sueño (aunque diferentes longitudes de onda de luz pueden afectar la secreción de melatonina en distintas frecuencias).

Esta hormona también desempeña un papel importante en el trastorno afectivo estacional, conocido como «depresión invernal». Además, interactúa con el sistema inmunológico, posee propiedades antienvejecimiento y actúa como antioxidante.
Aunque la glándula pineal sigue siendo un área relativamente poco explorada para la ciencia actual, se sabe que contiene vestigios de una retina y parece funcionar como un transductor magnético. En muchos vertebrados no mamíferos, las células pinealocitas son similares a las células de la retina. Algunos reptiles poseen un tercer ojo parietal fotosensible que les permite utilizar el Sol como brújula, mientras que las aves pueden «ver» el campo magnético a través de fotoreceptores en la glándula pineal. Algunos científicos sugieren que todas las células pineales en vertebrados comparten un ancestro evolutivo común con las células de la retina. Esto podría explicar por qué históricamente la glándula pineal ha sido asociada con «el tercer ojo» o un ojo dormido.
Aunque la producción de melatonina en la glándula pineal podría estar influenciada por una conexión con los nervios ópticos, es interesante considerar la posibilidad de que esta glándula en forma de cono de pino tenga capacidades fotoreceptoras y magnetoreceptoras propias. Estudios recientes han encontrado minerales ferromagnéticos en la glándula pineal, como microcristales de calcita. Estos minerales podrían ser responsables de una transducción biológica electromagnética debido a su estructura y propiedades piezoeléctricas. ¿Podrían estos minerales interactuar con los campos geomagnéticos producidos por la lluvia de fotones solares que choca con la atmósfera de la Tierra?
Por otro lado, el Dr. Andrew Nichols ha identificado una correlación entre la actividad geomagnética y la percepción de fenómenos paranormales.

La percepción del Sol Invisible
Hasta ahora, desde una perspectiva científica, hemos observado cómo la glándula pineal, mediante una sensibilidad aún no completamente comprendida a los campos magnéticos, transforma la luz solar en un estado mental particular. Lo que se origina a millones de kilómetros de distancia en la corona de una estrella termina siendo parte de nuestra modulación psíquica, como si el Sol se convirtiera en nuestros pensamientos. Este razonamiento parece ser científicamente sólido en términos generales. De manera más sutil, este concepto refleja lo que la filosofía mística o la ciencia oculta han sostenido durante milenios.
Aunque el descubrimiento de la influencia psicobiológica de los fenómenos astronómicos es una línea de investigación incipiente y aún controvertida en la ciencia moderna, antiguamente existía una disciplina específica dedicada al estudio de la patología humana y su relación con eventos astronómicos y movimientos planetarios, más allá de la astrología: las iatromatemáticas.
La idea de que la glándula pineal podría ser un órgano para percibir una luz invisible, como un campo magnético, fue claramente insinuada por el pensamiento védico. En los Upanishads se describe al ser humano como una entidad compuesta por 10 puertas. Nueve de ellas, como los ojos, las fosas nasales, los oídos, la boca, la uretra y el ano, se orientan hacia el exterior, hacia la percepción del mundo exterior. La décima puerta, el tercer ojo (ubicado en el ajna chakra, en el entrecejo, según la representación de Shiva, entre una guirnalda de serpientes), es el puerto de acceso a los mundos interiores. Al referirse a los mundos interiores, se alude a las cámaras interiores de la mente de Dios, donde residen los mundos superiores y las dimensiones astrales.
El tercer ojo siempre ha sido, a través de diversas culturas, la apertura divina, la visión holográfica, dentro del ser humano.

En el momento de la partida, aquel que mantiene enfoque y amor, mientras está en el estado de Yoga (en unión con Ishvara [el Sol detrás de la oscuridad], el Dios Creador, la Conciencia Primordial), abre el paso de energía entre los ojos: tal persona alcanza el más alto Espíritu Divino.
Según la filosofía Advaita Vedanta, los seres humanos proyectan sus atributos en Brahman, el supremo espíritu cósmico, inherentemente inmedible. La aparición del Brahman infinito en la mente humana finita se conoce como Ishvara, también representado en el Bhagavad Gita como el Sol. Esto permite extrapolar una relación intrínseca entre la representación recurrente de la divinidad como el Sol en la mente humana, y la luz como lo divino.
La evolución religiosa de esta relación entre la glándula pineal y el Sol (una relación del hombre como imagen de Dios) tiene un claro hito en Egipto. Hay representaciones que sugieren que los antiguos egipcios tenían conocimiento de la glándula pineal asociada con un tercer ojo, o el ojo espiritual. Una representación es el único ojo de Horus, el dios del Sol, hijo de Osiris e Isis («el niño de la nueva era»), simbolizando la fusión de opuestos, similar a cómo la glándula pineal se encuentra en el centro del cerebro, entre los hemisferios y entre los dos ojos. Este símbolo parece haber evolucionado hacia el símbolo cristiano del Ojo de la Providencia (recordando que Cristo es un avatar arquetípico de Osiris) y el símbolo masónico del Ojo en la pirámide inacabada (el Ojo que Todo lo Ve). Además, el bastón de autoridad de Osiris presenta un cono de pino con dos serpientes entrelazadas. Sin lugar a dudas, uno de los símbolos más poderosos de la historia, evocando conocimiento, medicina y alquimia, y posiblemente también la serpiente kundalini (una conexión entre Shiva y Osiris), la energía vital que asciende desde los genitales hasta el tercer ojo y la corona, encendiendo y purificando los centros de energía a lo largo de su camino.

El símbolo del cono de pino aparentemente representa la glándula pineal, activada a través del flujo de energía kundalini. La forma cónica de esta glándula dio origen a su nombre «pineal», derivado del griego por el médico Galeno. La presencia del cono de pino se puede observar en el báculo papal y en la Plaza de San Pedro, donde una enorme estatua de un cono de pino está rodeada de pavos reales (aves asociadas con la divinidad en Egipto). Estos dos símbolos, el cono de pino y el ojo en un triángulo, se encuentran en numerosas iglesias y templos alrededor del mundo, el Ojo de la Providencia se puede observar en varios altares y en motivos que podrían confundirse como simples decoraciones para el observador desprevenido. Además, es importante destacar que en la espiral formada por los conos de pino se ha identificado la secuencia Fibonacci y la proporción del número áureo, lo que añade una armonía estética que puede atraer sin necesidad de una significación oculta.

Resulta intrigante que el padre del racionalismo, una filosofía eminentemente atomista y dualista, como lo fue René Descartes, vislumbrara, en lo que para sus detractores podría haber sido un delirio, un centro unitario espiritual en el cerebro humano. Descartes, de manera famosa, identificó la glándula pineal como el asiento del alma. La paradoja es doble: el hombre que concebía el racionalismo, tras un revelador sueño, empleó más la intuición que el pensamiento racional para localizar el tercer ojo. Mientras que en todos los demás lugares Descartes encontraba dualidad, en esta glándula pineal describió una flama pura, que era colmada por espíritus animales y que integraba la percepción humana. Este «gran error» en la anatomía filosófica de Descartes hoy en día parece más bien un destello de genio.

Aquí no buscamos demostrar la existencia del alma humana ni afirmar que se encuentra en la glándula pineal; nuestro propósito es formar conexiones significativas que inspiren la exploración del simbolismo y el propósito de nuestra vida dentro del misterio. En este contexto, es relevante mencionar el trabajo del Dr. Rick Strassman, uno de los pocos investigadores que ha estudiado la dimetiltriptamina (DMT), una potente molécula psicodélica que, según este médico de la Universidad de Nuevo México, podría ser secretada por la glándula pineal y estar involucrada en las experiencias cercanas a la muerte. Es importante destacar que, aunque Strassman no ha demostrado que la glándula pineal produzca DMT o que el ser humano lo segregue, ya que es similar en composición a la serotonina, en el momento de la muerte, sugiere que la glándula pineal tiene todos los precursores necesarios para producir DMT. Además, señala que esta sustancia, al igual que la melatonina, parece estar relacionada con la generación de vívidas imágenes oníricas, como sugirió Shakespeare al referirse a ella como «la sustancia de la que están hechos los sueños».

Resulta interesante notar que la ayahuasca, conocida como «la viña de los espíritus», está compuesta por dos plantas que parecen contener alcaloides que son naturalmente secretados en la glándula pineal. Por un lado, la chacruna, que contiene DMT, y por otro lado, la liana Banisteriopsis caapi, que contiene alcaloides llamados beta-carbolinas, que actúan como inhibidores de la monoamina oxidasa y permiten que el DMT sea activo por vía oral. Alcaloides como la pinolina y la triptolina, también presentes en la glándula pineal, se forman de manera natural en la misma. Los chamanes y sanadores que utilizan ayahuasca sostienen que sus experiencias no son meras alucinaciones. ¿Podría ser que químicamente se logra activar el tercer ojo en la glándula pineal, lo que les permite tener estas visiones?
Sin embargo, es importante considerar que tal vez este proceso no sea completamente orgánico o biológico, sino más bien el resultado de un proceso sintético o artificial que aún no comprendemos completamente, ya que, por citar un ejemplo, cuando una persona presenta problemas de salud debido a una deficiencia alimentaria en vitaminas, el consumo de pastillas creadas en laboratorio no activa en la persona la producción natural de vitaminas, sinó que la suplanta, y al mismo principio, aplicado en la ayahuasca, evidentemente el consumir ese tipo de producto no conduciría a la producción natural o segregación biológica que permite activar la glándula pineal, sinó mas bien, adquirir sensaciones similares por métodos sintéticos inductivos.
Esta relación entre los espíritus y la glándula pineal tiene otra conexión, que para algunos podría parecer una mera coincidencia, pero que para otros sugiere que lo que afirmaba Descartes podría ser una verdad metafísica inesperada. Según los textos del Bardo Thodol, también conocido como el Libro Tibetano de los Muertos, se menciona que el alma reside en el mundo intermedio, el bardo, durante 48 días y que en el día 49 reencarna en el feto humano. Curiosamente, la glándula pineal puede ser detectada en el feto humano aproximadamente en el día 49, al mismo tiempo que se pueden observar por primera vez los genitales del bebé. Algunos lo interpretan como una especie de indicio de que es a través de la glándula pineal que el alma, o esa porción divina que anima el cuerpo, entra en el mundo.

Una gran parte de las prácticas de meditación que conocemos, muchas veces impregnadas de la filosofía de la new age que adapta antiguas tradiciones a la idiosincrasia occidental moderna, se centran en la activación o al menos en la concienciación de la glándula pineal, también conocida como el tercer ojo. Abundan dietas, audios, canalizaciones y una parafernalia ritualística dedicada a este «santo grial» de la conciencia humana, con algunos falsos profetas incluso prometiendo activar tu glándula pineal por tan solo $10. Se habla al mismo tiempo de una supuesta conspiración mundial para mantener esta glándula en un estado de inactividad masiva, por ejemplo, por medio del consumo de flúor. Es cierto que la mayoría de las personas adultas tienen la glándula pineal calcificada, un fenómeno que ha sido observado incluso en niños de hasta 2 años de edad. Dentro de la teoría de la conspiración, se cree que esto se debe al flúor presente en las pastas de dientes y en el agua potable de las ciudades, algo que aparentemente sería realizado intencionalmente por los Iluminati, quienes serían los celosos guardianes del secreto del Ojo que Todo lo Ve. Se dice que hacen esto para negar a las masas el poder de una glándula pineal sana y activa, capaz de percibir la verdadera realidad más allá de la ilusión de Maia-Matrix. No profundizaremos en este tema, que es sumamente complejo y puede llevar a la paranoia más extrema; el lector puede investigar más por su cuenta si lo desea.

La pregunta fundamental es si el tercer ojo, situado en la glándula pineal, esa puerta solar secreta en el cerebro humano, es simplemente una metáfora de la iluminación (y de la aniquilación de la dualidad) o si realmente es un órgano latente que puede ser activado mediante ciertas técnicas arcanas y una interacción adecuada con la energía electromagnética proveniente del cosmos en forma de fotones (la partícula que carece de antipartícula, la unidad cuántica de información en su estado puro e indeterminado). Muchos de los grandes místicos a lo largo de la historia de la humanidad han hablado metafóricamente de la iluminación aludiendo a un ojo que percibe lo que está velado y que desencadena un cambio sustancial en la conciencia orgánica.
En el Evangelio de Mateo (6:22), se afirma: «La luz del cuerpo es el ojo; si tu ojo es claro, todo tu cuerpo estará lleno de luz».
A Buda se le atribuye la frase: «Oh hombre noble, recuerda el cielo puro abierto de tu naturaleza verdadera. Regresa a él. Confía en él. Es tu hogar». Esto se interpreta como una metáfora de la (re)apertura del tercer ojo, también simbolizado como una perla de luz azul.

William Blake, en su poema «Augurios de Inocencia», donde también describe un fractal («un mundo en un grano de arena»), también habla sobre este misterioso ojo: «We are led to believe in a lie, when we see not though the Eye» («Nos hacen creer en una mentira cuando no vemos a través del Ojo»).
Una mentira nos guía cuando no percibimos con el Ojo, el Ojo que nació «cuando el alma dormía en rayos de luz». ¿El Ojo que ha sido secuestrado por fuerzas oscuras? Sir Thomas Browne lo evoca tangencialmente en una frase que siempre me ha parecido hermosa y enigmática: «Life is a pure flame and we live by an invisible sun within us» («La vida es una llama pura y vivimos por un sol invisible dentro de nosotros»). Ese sol invisible, en una interpretación libre, debe ser el ojo secreto que participa en la luz divina.
Una última pincelada de esta relación entre el ojo y el Sol, según los Brahma Sutras, cuando un hombre es llevado más allá de la muerte, «la palabra se convierte en fuego e ilumina, la respiración se convierte en viento y purifica, y el ojo se convierte en el Sol y arde».
El misterio está cifrado en el lenguaje de los símbolos. La trinidad entre el Ojo, el Sol y Dios es uno de los andamiajes simbólicos más profundos y enigmáticos. Podemos hablar mucho sobre esta relación e incluso encontrar destellos poéticos de iluminación verbal, pero no estaríamos haciendo más que rodear una representación, sembrando un laberinto. Si queremos comprender el secreto de este misterio, tendremos que intentar abrir ese ojo interno con nuestro propio cuerpo. Todo lo demás será simplemente reciclaje metafísico en torno a un espejo, donde hay un ojo atrapado que no puede mirarse a sí mismo. O donde alguien cuenta una historia sobre una supuesta sociedad secreta que se hace llamar «los Iluminados».

En conclusión, hemos hecho un recorrido integral para explorar y comprender que la relación entre el tercer ojo y la glándula pineal es un enigma que ha intrigado a filósofos, místicos y científicos a lo largo de la historia. Desde las antiguas tradiciones hasta las investigaciones modernas, existe una convergencia en torno a la idea de que este órgano enigmático podría tener un papel crucial en la expansión de la conciencia y la percepción espiritual de la humanidad.
Aunque las interpretaciones pueden variar, es evidente que la exploración de la glándula pineal y su conexión con el tercer ojo sigue siendo un área fascinante de estudio. Más allá de las teorías y especulaciones, la búsqueda de la iluminación interior es un camino personal que cada individuo puede emprender.
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